domingo, 2 de enero de 2011

Jamón en Peña Galicia


El grupo posando en la cumbre feliz, sonriente y con la barriga llena
Un jamón en la cumbre de Peña Galicia
Mañana de Nochebuena de 2010
Son numerosas las asociaciones, agrupaciones, colegas y demás personal que se dedica a llenar las montañas de los denominados belenes de cumbres, que luego por el verano, cuando ascendemos a montañas más o menos alejadas nos encontramos empraderados con las ovejas pastando en hierba del doble de su propio tamaño, o la vaca y el burro del portal de belén estrapallados entre las rocas. Y eso sin tener en cuenta lo mucho que contamina el plástico un derivado del petróleo que…, pero me estoy enrollando demasiado para decir que hay que buscar alternativas al belén, más interesantes y relacionadas con los apetitos de la carne. Y para ello nada mejor que un buen jamón de ibérico subido con esfuerzo a la cumbre, entre varios aguerridos y afamados montañeros (el que suscribe se excluye).
Subiendo por la ladera
Quedamos a las diez en la Junta con gran alarma por parte de Antonio que quería volver a comer a casa, porque si no la señora  le atendería con el rodillo, y su preocupación era la hora del regreso. Le alarmó mucho más la falta de decisión inicial, el debate largo y pausado barajando los posibles lugares a dónde dirigir nuestros pasos y nuestros impulsos gastronómicos, las argumentaciones peregrinas que indicaban que el año anterior habíamos ido a Peña Galicia y solamente se llegó al bar a causa de la lluvia y las inclemencias metereológicas. El objetivo incumplido del año anterior nos llevó a la decisión final: iríamos a Peña Galicia, pero la alarma inicial de Antonio se había convertido en espanto: eran casi las once de la mañana y no nos habíamos movido de la Junta: no habían llegado los quicklys.
Es duro el trabajo en estas condiciones
Por fin llegaron y salimos. Aunque en León había un sol de justicia, casi veraniego, aunque con helada, al pasar Garrafe las nubes hicieron acto de presencia y el Matallana se dejaban entrever algunos copos de nieve. En Aviados la nevada era curiosa. Dejamos los vehículos aparcados, calzamos nuestras botas, chubasqueros y polainas. Comenzamos la ascensión. Nevaba con fuerza.
Un hombre feliz con el deber cumplido
Subimos por la pista, el barro habitual daba paso a una alfombra blanca que resultaba agradable. Seguimos la ruta normal. Éramos más de veinte personas, una perra y un jamón que ascendían entre la nieve, la ventisca y el hielo… ¡el hielo!. Pasado el bosque nos encontramos con la desagradable sorpresa de una costra de hielo inferior, sobre la que había caído otra capa de nieve reciente y que se deslizaba con facilidad. Había que ir con cuidado, aunque nos negamos a calzarnos los crampones. Seguimos ascendiendo y poco después estábamos en la cumbre con toda la nieve del mundo cayendo sobre nosotros. Al menos habíamos llegado y no pasaba lo del año anterior.
El descenso entre la nieve y el hielo
Parrado tenía una piedra de honor para asentar sus esperadas posaderas. Sacó de la mochila una bolsa negra y un cuchillo jamonero, lo afiló un poco descubrió el jamón y lo encetó. Todos estábamos esperando ansiosos, excitados, no muertos de hambre porque estos días se come mucho, pero expectantes. Parrado cortó unas lonchas que fueron ávidamente engullidas, y así continuó un largo rato entre comentarios jocosos, risas, paseos por la cumbre y fotos, muchas fotos que inmortalizaron el momento. Más de veinte personas en la cumbre de Peña Galicia degustando un maravilloso jamón de cumbre. Al final, saciado nuestro apetito, hecha la foto de grupo,  agotadas las provisiones de champán subidas a la cumbre, guardamos el jamón y descendimos.
Antonio retorciéndose de dolor
El descenso fue atropellado y problemático. En su deseo de llegar cuanto antes a casa, Antonio no se percató del tema del hielo existente debajo de la capa de nieve y cayó en una caída tonta que, inicialmente no debía ser importante, pero que resultó complicada a causa de la cámara que se le clavó en una costilla. En ese momento Antonio dejó de preocuparse del rodillo para preocuparse de la costilla. Le dolía bastante y con alguna dificultad pudo llegar abajo, coger el coche y salir pitando para León. Los demás hicimos lo mismo aunque con más calma.
Así finaliza la aventura de la Nochebuena de 2010.
P.D. Informes posteriores indican que no hay que temer nada respecto a la integridad de Antonio. Se encuentra bien y ha pasado la nochebuena en familia. Le duele algo la costilla, porque llueve sobre mojado. Se había hecho daño esquiando hace dos semanas. ¡Qué le vamos a hacer, es la vida!.
Mapa de la ruta

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